
Con autorización judicial y bajo estrictas medidas de seguridad, personas privadas de libertad realizaron labores en el exterior del penal como parte de un plan que promueve el aprendizaje, la producción y la convivencia social.
Una escena poco habitual se dio este lunes en los alrededores del Servicio Penitenciario Provincial: personas privadas de libertad, que cumplen condenas por delitos menores y tienen salidas transitorias autorizadas, salieron a trabajar por primera vez fuera del penal. Bajo custodia, uniformados y herramientas en mano, comenzaron a realizar tareas de limpieza, mantenimiento y recuperación de espacios públicos en un perímetro que incluyó sectores de avenida Benavidez, calle Martín Fierro, el camping institucional y zonas del entorno noreste del penal.
El proyecto, denominado “Acciones Transformadoras”, se articula con el programa provincial “Aprender, Trabajar y Producir” que impulsa el gobierno de Marcelo Orrego. La propuesta tiene una lógica clara: combinar el trabajo práctico con procesos formativos, en un entorno monitoreado que ofrezca experiencias concretas de inclusión social y laboral. No se trata sólo de salir a barrer o levantar escombros, sino de empezar a reconfigurar el vínculo entre los internos y la comunidad desde la acción.
Las primeras actividades abarcaron recolección de residuos, remarcación de cunetas y poda. Las brigadas fueron organizadas y supervisadas por personal penitenciario que no sólo se encargó de garantizar la seguridad, sino también de transmitir conocimientos y coordinar el trabajo en campo. Además, los internos fueron capacitados previamente en seguridad, uso de herramientas, prevención de accidentes y primeros auxilios.
Todo se hizo bajo un estricto protocolo aprobado por el Juzgado de Ejecución Penal N°1: zonas de trabajo definidas con anticipación, vigilancia continua, apoyo de la División Canes y la obligación de informar cualquier irregularidad. Cada participante tuvo asignada una función y un uniforme, en un marco que busca generar responsabilidad, orden y sentido de pertenencia.
La iniciativa, según explicaron desde el Servicio Penitenciario, no pretende ser una salida ocasional, sino el primer paso de una política sostenida que combine disciplina, capacitación y oportunidades. En vez de esperar pasivamente tras las rejas, las personas involucradas en el programa comienzan a recuperar rutinas laborales, a entrenar habilidades útiles y a reconstruir la confianza en sí mismas en contacto —aunque limitado— con el espacio público.
Con esta experiencia piloto, San Juan se suma a otras jurisdicciones del país que apuestan a políticas penitenciarias más integradas, donde la reclusión no implica aislamiento absoluto ni condena a la inactividad.